Los bancos centrales de naciones desarrolladas han estado aplicando políticas monetarias expansivas a fin de estimular el crecimiento económico. Esas políticas, apuntaladas por emisiones de dinero, han mantenido las tasas de interés a niveles cercanos a cero, y en ocasiones negativos. Una de las peores consecuencias de que dichas tasas hayan perdido su vinculación con el empleo y el comportamiento del PIB, ha sido el perjuicio causado a los ahorros que las personas tenían para responder ante situaciones de emergencia. En ese sentido, emergencia significa que ocurra algún evento que haga subir los gastos o reduzca los ingresos de forma inesperada. Puede tratarse, por ejemplo, de gastos médicos imprevistos no cubiertos por un seguro, o de pérdidas o suspensiones temporales de trabajo.
Los segmentos de la población con ingresos bajos y medios-bajos tendían a utilizar depósitos bancarios para colocar sus ahorros de emergencia. En su mayoría, no los efectuaban comprando acciones de compañías o colocando sus recursos en fondos de inversión, opciones éstas usualmente reservadas para individuos y familias de ingresos medios y altos. Las tasas ínfimas de interés implican, por ende, que se ha impedido que los segmentos menos privilegiados obtengan un rendimiento justo sobre sus ahorros para emergencias, rompiendo su vinculación con el crecimiento de la economía. Eso ha actuado como un desincentivo para dichos ahorros, dejando a esos segmentos en condiciones más vulnerables a situaciones adversas. Se observa también una mayor dependencia del endeudamiento, en especial vía el uso de tarjetas de crédito, para hacer frente a emergencias, generando inestabilidad financiera, crisis personales y posibles pérdidas de propiedades.
Ese proceso no ha sido exclusivo de economías avanzadas. En algunos países subdesarrollados se ha mantenido la tasa de interés por debajo de la inflación, reduciendo el valor real de los ahorros para emergencias.
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