Si a alguien se le pide mencionar los negocios que se han beneficiado con la pandemia, probablemente no dejaría a las farmacias fuera de la lista. Se percibe que aumentaron sus ventas de medicinas, vitaminas, desinfectantes y otros artículos que la población, con fundamento válido o sin él, consideró conveniente adquirir. La propia confusión inicial, reflejada en recomendaciones oficiales y profesionales que luego demostraron ser inefectivas, contribuyó a que las personas compraran cosas en un ambiente de aprensión, atemorizadas tanto por el virus como por la posibilidad de escasez.
No obstante esa percepción, las farmacias dominicanas han estado esencialmente ajenas al operativo de vacunaciones y pruebas puesto en marcha para controlar la difusión de la enfermedad. Los profesionales de la medicina, en lo que toca a los consejos a la población y a la detección e interpretación de los síntomas, los laboratorios, en cuanto a las pruebas, y los centros establecidos por las autoridades sanitarias, respecto de la gestión de las vacunaciones, han sido los actores principales en el proceso.
Esa situación contrasta con la prevaleciente en los EE.UU. donde en muchas zonas la población acudió a las farmacias para recibir asesoría médica, realizarse pruebas y ser vacunados. Ha sido tan relevante esa participación de las farmacias, que evaluaciones del sector anticipan que los servicios médicos representarán en lo adelante un mayor porcentaje de sus ingresos. Por supuesto, tratamientos médicos muy complejos, riesgosos o especializados no serán ofrecidos, pero sí serán incluidos problemas de salud comunes y crónicos.
En nuestro medio los clientes con frecuencia piden en las farmacias sugerencias acerca de qué producto es bueno para tal o cual dolencia. Pero eso ocurre dentro del ámbito de la transacción de compra, no como un servicio independiente del negocio de venta de medicamentos, cremas, pomadas y demás artículos que las farmacias tienen disponibles.
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