No hay ninguna razón aparente por la que el año que comienza mañana no deba ser mejor que el que termina hoy. Pero que no vislumbremos motivos que impidan el avance de nuestra salida desde las garras de la pandemia, no significa que no existan amenazas que ameriten ser estrechamente vigiladas.
Teniendo en cuenta que los procesos económicos son acumulativos, la dirección actual en la que nuestra economía se desplaza, actúa como un factor que favorece la continuación de la recuperación, que ya excede en algunos renglones los niveles registrados en el 2019. Esto así porque el presente dinamismo ha influido sobre las expectativas de los inversionistas, las empresas y los consumidores, y crea en ellos una percepción de continuidad que les mueve a adaptar su comportamiento a la esperada sustentación del crecimiento. Y el tono de los reportes y opiniones de organismos multilaterales y agencias calificadoras contribuye a nutrir ese ambiente de optimismo.
La inflación es una de esas amenazas que es preciso monitorear y poner bajo control. Han pasado ya varios meses con tasas bancarias pasivas por debajo del incremento de los precios, lo que representa un gran desincentivo para los mecanismos de ahorro financiero personal más utilizados por la mayoría de los dominicanos. En vista de la probabilidad de aumentos en las tasas de interés en los EE.UU. durante el 2022, de mantenerse esa situación anómala ésta puede provocar demandas adicionales de dólares que afecten la estabilidad cambiaria. Y sabemos por experiencia que no hay nada que deteriore más rápidamente las expectativas que la percepción de que el peso está inmerso en una tendencia devaluatoria. Si tal cosa sucede, perderíamos uno de los factores más relevantes para la continuidad de nuestro crecimiento económico.
Aprovechamos la ocasión para desear un feliz año nuevo a todos los lectores de Diario Libre, agradeciendo la gentileza de quienes en algún momento han dedicado su atención a esta columna.
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