Por Romina Santroni
Las generaciones baby boomers, X, Y, Z o T finalmente tenemos algo en común. Todos vivimos por primera vez una primera pandemia de alcance global, cuya rapidez de expansión se equiparó a la velocidad de lo aviones que la transportaron.
La pandemia generada por el coronavirus (COVID-19), que causa la enfermedad de Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS-Cov-2), ha puesto en jaque la salud y la vida de las personas, la cotidianeidad del mundo tal cual la conocíamos, el sistema sanitario y la economía mundial, brindándonos un día a día cada vez más surreal.
El turismo internacional hibernará por un tiempo. Países con fronteras cerradas, vuelos cancelados, hoteles cerrados o con una ocupación mínima, restaurantes y bares con puertas cerradas por tiempo indefinido, eventos cancelados, congresos y convenciones pospuestos. Sin lugar a dudas, algunos nichos o sectores se recuperarán antes que otros. Algunos países tendrán mayor o menor impacto, dependiendo de la participación del sector turístico en la economía de cada país.
La emoción por conocer nuevos lugares ha dejado espacio al pavor por asegurarse que el lugar donde uno está, o el lugar donde estará próximamente, tenga las condiciones de salubridad apropiadas para garantizar que se preserve la salud de las personas, clientes, pasajeros, y huéspedes.
Todos sabemos que República Dominicana tendrá mucho que hacer para recuperarse, y los resultados exitosos dependerán de jugadas decisiones tanto del sector público como del sector privado.
¿Qué decisiones deberán tomarse para ello? Para brindar tranquilidad al turista, la experiencia vacacional deberá transformarse para que una de sus garantías sea el ser un producto COVID-FREE... o VIRUS-FREE. Es decir, que la gestión sanitaria desde el inicio hasta el regreso brinde una tranquilidad tal que no sea cuestionable el decidir ir o no a un destino determinado. En este aspecto, el sistema de seguridad e higiene del país debe jugar un rol fundamental. El fin último es que las instalaciones turísticas y todos los servicios relacionados ofrezcan un riesgo igual a cero (o lo más cercano a cero) en cuanto a contagios por agentes biológicos se refiere.
Es necesario realizar fuertes ajustes en los sistemas de gestión ambiental y en los planes de seguridad y salud ocupacional, que incluyen los sistemas de higiene y los planes de contingencia de las instalaciones.
¿Es posible? Sí. La normativa ya lo prevé desde hace mucho tiempo. El decreto 522-06 sobre Seguridad y Salud en el Trabajo, que complementa el marco otorgado por la Ley 87-01 de Seguridad Social de la República Dominicana, contempla todas las obligaciones para los empleadores, que ahora deben ser reforzadas para prevenir el contagio de enfermedades infecciosas, como la producida por el coronavirus.
“Si se identifican en el lugar de trabajo riesgos relacionados con la exposición a agentes biológicos durante el trabajo, se procederá, para aquellos que no hayan podido evitarse, a evaluar los mismos determinando la naturaleza, el grado y duración de la exposición de los trabajadores y acorde con los resultados se tomarán las medidas de control”, esto significa que deberán actualizarse todos los protocolos, como consecuencia de la re-evaluacion de los riesgos.
También significa que los equipos de protección personal o EPP ya no serán solo para ciertos tipos de instalaciones o industrias, o limitados a determinadas áreas o puestos, sino que hasta que sea necesario, serán adoptados de manera permanente para cualquier tipo de instalación y puestos incluyendo las oficinas.
El paisaje cambia, los barbijos ya son ahora un requisito legal de cumplimiento obligatorio desde el 17 de abril del 2020, según la directriz general emitida por el Ministerio de Salud número 0932-2020, en todos los lugares de trabajo y espacios públicos por parte de todos los ciudadanos en todo el territorio del país.
La obligación de informar y capacitar a los colaboradores sobre los riesgos para su seguridad y su salud es más enfática hoy que hace un mes. Su significado es más tangible. Los empleados deben recibir apropiada formación sobre los medios disponibles para prevenir y controlar tales riesgos y para protegerse de ellos.
No hay vuelta atrás: la aplicación laxa de obligaciones legales en materia de seguridad e higiene, en materia ambiental y de salud en el trabajo, como también su criticable supervisión por las autoridades sanitarias y laborales, no puede ser tolerada. Hay mucho en juego.
Los planes de seguridad y salud laboral deben ser implementados al pie de la letra. Los planes de manejo y adecuación ambiental también. La evaluación de riesgos debe hacerse más seguido. La tranquilidad de las personas pasa por esa garantía, la salubridad de los lugares que visitan y su sistema de gestión. Aun así, este esfuerzo local deberá complementarse u originarse en el rol que las líneas aéreas jugarán en todo el sistema. Será fundamental para la recuperación de los viajes y de la confianza del turista.
Si comprendemos esto y actuamos en consecuencia, estaremos más y mejor preparados para contribuir a la recuperación general del turismo.
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