Los médicos hablan de escuelas para identificar sus preferencias. No se refieren a la calidad de las facultades de medicina de las universidades, sino a los esquemas de pensamiento que prevalecen en diferentes lugares. En ese sentido, pueden decir que un doctor sigue los lineamientos de la escuela americana o de la escuela europea, al señalar el tratamiento que recomendará para combatir una enfermedad determinada. Según a cuál escuela pertenezca, los tratamientos serán más o menos intensivos, algunos doctores se inclinarán, por ejemplo, por la cirugía, mientras otros optarán por procedimientos clínicos menos invasivos.
La respuesta a la nueva ola del COVID-19 muestra lo que pudiera interpretarse como una divergencia entre la escuela europea y la americana. En el viejo continente se están aplicando cierres de actividades económicas a fin de combatir el virus. En el nuevo continente, incluso aquí en nuestro país, los gobiernos han resuelto no volver a restringir la economía, y confiar en que las vacunaciones resolverán la situación.
Esa divergencia en el enfoque no proviene de que el virus sea distinto entre un lugar y otro, sino de consideraciones prácticas acerca de la capacidad de los sistemas de salud para hacer frente a la demanda de los enfermos. De este lado del Atlántico se cuenta con que la inferior gravedad de los síntomas de la variante ómicron, combinada con la aplicación de vacunas de refuerzo, permitirá que el número de hospitalizaciones permanezca en niveles manejables. Del otro lado, han preferido un camino más seguro, para disminuir con los controles la velocidad de transmisión del virus, e influye en ello la gran disparidad que existe entre los sistemas de salud de los diferentes países.
Pero elementos políticos también están en juego. En los EE.UU. no se pierden de vista las elecciones de este año que pueden alterar la composición del Congreso, en cuyos resultados incidirá poderosamente el estado de la economía.
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