Los mercados financieros internacionales están siempre pendientes de eventos que puedan afectarles. Desde el comienzo de las tensiones entre Rusia y Ucrania estuvieron al tanto de lo que ocurría y de lo que podía suceder. El peor escenario era una confrontación directa entre los rusos y la alianza occidental, seguido en segundo lugar por la imposición de sanciones de tal magnitud que detuvieran la recuperación económica mundial.
El gobierno estadounidense tuvo muy en cuenta esas preocupaciones y procuró disiparlas.
Respecto de la posibilidad de una confrontación directa, se encargó de minimizarla. Primero trasladó a todo su personal diplomático desde la capital hacia una ciudad ubicada más al oeste, alejada de las rutas estratégicas que un ataque ruso podría seguir. Exhortó además a todos los estadounidenses a salir de Ucrania de inmediato. Y no conforme con eso, para mayor seguridad de que no tendría lugar un incidente inesperado, el presidente Biden declaró formalmente que los EE.UU. no tenían intención alguna de enfrentar a los rusos militarmente. La vía, por lo tanto, quedó despejada para que los rusos atacaran sin temor a una respuesta militar occidental, o a causar víctimas entre el personal diplomático.
Luego, al ocurrir la invasión, los mercados reaccionaron a la baja de inmediato, aguardando la impo- sición de las sanciones sobre Rusia. Rápidamente sintieron un gran alivio. A pesar los bombardeos, de la ocupación del territorio y de las muertes de soldados y civiles, la debilidad de las sanciones fue recibida con gran beneplácito. El gasoducto cuya certificación fue pospuesta, como quiera no estaba funcionando. Las empresas occidentales vinculadas con el negocio de los combustibles rusos parecieron no ser afectadas. Y las sanciones a personas y compañías no tenían un impacto significativo para fines del comportamiento de los índices.
Las consideraciones económicas pesaron más que la solidaridad con Ucrania, la cual se quejó de haber sido dejada sola.
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