Para alarma y preocupación de quienes lo rechazan, el expresidente Trump hizo valer su influencia una vez más. Aunque él mismo no figuró entre los candidatos en las elecciones primarias del partido republicano celebradas el mes pasado, estuvo muy activo respaldando a los aspirantes de su preferencia. Los resultados de las primarias, cuyo propósito fue seleccionar a los que participarán en las elecciones de medio término del próximo noviembre, muestran que muchos de los favorecidos por Trump fueron triunfadores.
Evidentemente, no es posible asegurar que los ganadores deben su victoria al apoyo que Trump les brindó. Es muy probable que por lo menos una parte de ellos hubiera ganado de todos modos, con el respaldo de Trump o sin él. Eso significa que si son electos en noviembre, habrá candidatos que no sentirán deber su posición al visto bueno del expresidente. Pero un número de ellos sí lo verá de esa forma, y estarán inclinados a respaldar a Trump en las elecciones presidenciales dentro de dos años.
Pero la sombra de Trump no es realmente suya. Es una sombra prestada, que proviene del gran muro que divide a los estadounidenses en dos mitades. Consideraciones económicas se encuentran entre los componentes de esa pared divisoria, pero no están solas. Les acompañan criterios divergentes en asuntos sociales, derechos humanos, libertades públicas, inter- vención estatal, educación, moralidad, ética personal, historia, justicia, tradiciones y oportunidades. Es la división que los demócratas no han podido atenuar a pesar del control que ejercen sobre ambas cámaras legislativas y la presidencia de la nación. Y no han podido atenuarla ni siquiera al interior de su propio partido demócrata, en el que las divergencias entre sus alas liberal y centrista continúan sin cerrar.
El panorama se perfila complejo para la administración del presidente Biden a partir de enero del 2023, si los aún preliminares pronósticos sobre los comicios de noviembre se mantienen y se cumplen.
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