La República Dominicana y muchos otros países pusieron en marcha diversos programas a fin de preservar empleos durante la pandemia. Exenciones impositivas y subsidios directos a las empresas formaron parte de los mecanismos utilizados, porque entendían que la recuperación es más difícil después de que el personal ha sido despedido.
A pesar de esas medidas de protección, la evidencia estadística pone de manifiesto que regresar a los niveles de empleo prevalecientes antes de la pandemia ha sido una tarea ardua, más aun que la de recuperar los niveles del PIB. Esto así porque las empresas han sido cautelosas en cuanto a reponer sus nóminas, prefirieron confirmar primero que la recuperación de sus fuentes de ingresos se ha consolidado, a lo que se añade que muchas empresas dejaron de operar y que numerosos trabajadores optaron por buscar alternativas en el segmento informal de las economías.
Los datos de la OIT, la Organización Internacional del Trabajo, revelan la presencia de un retraso en la recuperación del empleo a escala mundial, que asciende a un 2% de las horas laboradas antes de la pandemia. Un 2% puede no parecer una cifra tan alarmante, pero su significado se pondera mejor si se expresa en términos del número de empleos involucrados. En efecto, en mayo del 2021, el pronóstico era que para el 2022 el déficit de empleos en comparación con el último trimestre del 2019, sería equivalente a 26 millones de empleos a tiempo completo. En enero de este año, ese estimado fue revisado y aumentado a 52 millones, una diferencia de 26 millones que implica una duplicación.
La cifra global oculta las grandes disparidades que existen entre naciones y clases de trabajo. La falta de uniformidad en la incidencia del desempleo ha agravado las desigualdades internacionales, y afectado desproporcionadamente a segmentos vulnerables dentro de la población de cada país, cuyas consecuencias sociales la OIT considera que tomarán años en ser reparadas.
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