El día 15 de marzo del presente año, el valor del bitcoin, la más conocida de las criptomonedas, era de 39,300 dólares. Un año atrás, el 15 de marzo del 2021, su valor era de 46,700 dólares. Algunos analistas habían anticipado que las restricciones financieras impuestas a Rusia, además de la incertidumbre acerca del impacto del conflicto en Ucrania sobre las principales economías del mundo, podían dar paso a un incremento en la demanda por monedas digitales, que provocara un abrupto aumento en sus precios. Hasta ahora, sin embargo, eso no ha sucedido, aunque la tendencia desde enero ha sido alcista.
A pesar de que dichos vaticinios no se han cumplido, los gobiernos se han mantenido pendientes de las criptomonedas, las cuales han ido ganando terreno en otros aspectos también. En particular, ellas han dejado de ser una curiosidad técnica a la cual las personas prestaban atención pero no osaban acercarse. Su acceso a los medios tradicionales de publicidad, y su persistencia desafiando los pronósticos respecto de su inminente desaparición, han rodeado a las criptomonedas de un aura de legitimidad, y han hecho que un número creciente de individuos y entidades las perciban como una opción válida, sea para fines de inversión o como instrumento para promover sus ventas e ingresos.
El presidente de los EE.UU. firmó a principios de marzo una orden ejecutiva para el desarrollo responsable de activos digitales. Su objetivo aparente es asegurar que las ventajas de las criptomonedas, tales como su eficiencia y vasto alcance, puedan ser aprovechadas minimizando sus peligros, entre ellos su empleo en transacciones ilícitas. Pero en adición a ese objetivo general, la orden refleja el interés de que el banco central estadounidense, la Reserva Federal, asuma un papel protagónico en el ámbito de las criptomonedas, creando su propia divisa digital. En cuanto a que eso sea conveniente, no obstante, las opiniones, incluyendo las de funcionarios de la misma Fed, no son unánimes.
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