El año 2022 comienza con el presidente Abinader que mantiene buenos niveles de popularidad, su activa presencia en múltiples actividades, combinada con demostraciones de receptividad a las reacciones provocadas por sus iniciativas, le ha dado una imagen de dinamismo y flexibilidad. Le han ayudado también su disposición para actuar ante casos de funcionarios que se alega han incurrido en conductas inapropiadas, así como su atención a los programas de apoyo a los segmentos sociales de menores ingresos. Pero aparte de todos esos factores, en su favor ha militado el desempeño de nuestra economía, reconocido como uno de los más destacados del continente.
En una situación muy distinta se encuentra el presidente de los EE.UU. Un año después del inicio de su gestión gubernativa, la caída en su popularidad sólo ha sido superada por la del presidente Trump cuatro años atrás. Especialmente abrupto ha sido el descenso de Biden entre los jóvenes, desalentados por lo que perciben como su renuencia o incapacidad para reducir las desigualdades sociales. No le ayuda, en ese sentido, que muchos de los votantes que lo apoyaron estuvieron motivados más por el deseo de salir de Trump que por su perfil y carisma como candidato.
Se ha incluido entre las causas del declive de Biden el retiro, caótico y desordenado, de las fuerzas estadounidenses de Afganistán. No parece, sin embargo, que ese episodio haya tenido un efecto significativo, pues el mayor impacto suele corresponder a los asuntos que inciden directamente sobre el nivel de vida de la población. A ese respecto, el repunte de la inflación ha perjudicado el poder adquisitivo de los ingresos, y sembrado dudas que ensombrecen las expectativas económicas.
Con posibles implicaciones para nuestro país y la región, el resultado de las elecciones de medio término, a ser celebradas en los EE.UU. en noviembre próximo podría reflejar el descontento de los votantes demócratas, y beneficiar a los candidatos republicanos.
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