Una de las primeras cosas que deben tener en cuenta los aspirantes a convertirse en empresarios industriales, es que los artículos que planean fabricar deben ser del agrado de los posibles compradores. Esa realidad es tan evidente que mencionarla luce innecesario. No obstante, con frecuencia sucede que los bienes son confeccionados guiándose por los gustos propios o los de un grupo reducido de amigos y relacionados. La ausencia de estudios de mercado elaborados apropiadamente, o la confianza en la intuición más que en el análisis objetivo de la demanda, conduce a decisiones de diseño, composición y presentación que pueden implicar costos adicionales y retrasos en la consolidación de las compañías.
Lo mismo puede ocurrir con los partidos políticos y la selección de sus candidatos. A veces los miembros escogen los candidatos mayormente en base a cuán cercanos a sus propias opiniones son las propuestas y puntos de vista, más que en base a las perspectivas que dichos candidatos tienen de recibir el respaldo de la totalidad de los votantes. Ese criterio de selección es válido en demarcaciones para las que se sabe de antemano que es casi seguro que los candidatos del partido ganarán, pues lo que importa en esos casos es que el ganador sea el que más se aproxime a lo que piensan quienes los escogieron. Pero si por el contrario los comicios son reñidos y el margen entre los partidos es estrecho, guiarse sólo por las preferencias personales puede implicar que los candidatos seleccionados terminen siendo vencidos por sus rivales.
Según evaluaciones de expertos electorales, para las elecciones de medio término en los EE.UU., los republicanos han seleccionado varios candidatos del agrado de la línea más conservadora del partido, cuyas perspectivas de triunfo son sin embargo menores que las que tenían otros aspirantes más moderados. Eso ha hecho que los vaticinios originales de una victoria republicana aplastante sobre los demócratas, se hayan atenuado drásticamente.
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