Los ecologistas están con el corazón en vilo. Su ansiedad proviene del temor de que el actual presidente de Brasil sea reelecto. Aunque las encuestas dan el triunfo a su rival en la segunda vuelta electoral a ser celebrada el domingo 30 de octubre, los ambientalistas no están del todo tranquilos, ya que esas mismas encuestas pronosticaron que en la primera vuelta el presidente obtendría un porcentaje de votos bastante por debajo del que efectivamente recibió.
La oposición de los ecologistas al presidente emana de las actuaciones de éste durante el período gubernativo que está por concluir. Su alegado desdén por la preservación de los recursos naturales, a la que coloca en un segundo plano respecto de su aprovechamiento económico, condujeron a un deterioro significativo en términos de incendios forestales, erosión, desaparición de capa vegetal, persecución de pobladores indígenas, actos de violencia, tala de árboles y destrucción del hábitat para especies animales y vegetales.
Y la preocupación no se limita a Brasil. Traspasa las fronteras nacionales y se esparce por todos los movimientos ambientalistas del planeta, pues en juego está la cuenca del río Amazonas, un componente clave del clima mundial, la principal fuente individual de oxígeno y sustento de la diversidad biológica, acogiendo una gran cantidad de especies aún desconocidas, fuente potencial de riqueza genética, medicamentos y características para resistir plagas y enfermedades. Según reportes de organizaciones defensoras del medio ambiente, otro período de gobierno del presidente Bolsonaro puede implicar que los daños ecológicos lleguen a ser irreversibles.
El rival de Bolsonaro, el expresidente Lula, ha prometido proteger el medio ambiente, alejándose de las políticas que han contribuido a su progresiva degradación. Los propios ecologistas admiten, no obstante, que en ese sentido el récord de Lula cuando fue presidente está lejos de ser perfecto. Pero creen que es preferible a Bolsonaro.
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