Las vacilantes perspectivas económicas para el presente año 2023 han recibido una fuerte dosis de aliento. La súbita flexibilización de la política china respecto de los contagios con el Covid, ha actuado como una inyección de ánimo para los pronósticos acerca del crecimiento de la economía mundial.
El entusiasmo, lógicamente, no proviene de que una más rápida propagación allá del virus genere mayores ventas de medicamentos, pues aunque esto ocurriese, su impacto sería más que compensado por las pérdidas de horas de trabajo debido a los contagios. Se debe a que los drásticos cierres forzosos de ciudades y regiones habían estado provocando serios perjuicios económicos. Además de los daños a las actividades en la propia China, sus consecuencias nocivas se extendieron por todo el planeta, vía las dislocaciones en las cadenas de suministro, las interrupciones de viajes y redes de transporte, y el descenso en los flujos financieros internacionales y en los proyectos de inversión.
Teniendo en cuenta el rol desempeñado por la economía china como motor de la economía mundial, así como su participación en las estructuras productivas a través de la provisión de insumos, el levantamiento de muchas restricciones que acompañó a la reducción del nivel de alerta sanitaria, ha creado expectativas de que la presunta, y temida, recesión económica global que algunos analistas y organizaciones han considerado probable para este año, no llegará a materializarse.
Expertos, no obstante, recomiendan moderar el entusiasmo. Indican que la reactivación y recomposición de las actividades económicas afectadas por las medidas contra el Covid no sucederá de inmediato. Estiman que será un proceso gradual, el cual impactará a diferentes sectores de forma distinta, mostrando desequilibrios temporales en su ritmo de recuperación. Y a eso se añade la posibilidad de que las alzas sustanciales en los contagios hagan perentorio restablecer, aunque sea parcialmente, los controles que habían sido suspendidos.
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