Severamente golpeadas por la inflación, las naciones no productoras de petróleo, entre ellas la nuestra, se encuentran inmersas en una difícil situación, en la que tienen que sacrificar o posponer inversiones públicas para poder financiar programas de asistencia social, encaminados a mitigar el efecto de las alzas de precio de los alimentos y los combustibles. Mientras tanto, en situación muy distinta están los países productores, cuyos ingresos petroleros han subido de la mano de los precios. Su dilema es qué hacer con los fondos que están recibiendo.
Algunos ya lo han decidido, figurando Arabia Saudita de forma notoria en esa lista.
Un proyecto saudí que llama la atención por su envergadura es el de la ciudad futurista a la que se ha dado el nombre de Neom, compuesta por sólo dos edificios y con un ancho de apenas 200 metros. Pero serán dos edificaciones paralelas muy diferentes a las que nosotros estamos acostumbrados, pues cada una tendrá una longitud de 120 kilómetros y hasta 488 metros de altura. Conectadas una a la otra por medio de aceras móviles, las dos estructuras podrán ser recorridas de un extremo a otro en 20 minutos, utilizando un tren subterráneo de alta velocidad. Contarán también con espacios agrícolas verticales, una marina para yates, y un estadio deportivo construido a 300 metros de altura. Entre ambos edificios, podrán alojar cinco millones de personas, con eventual capacidad para nueve.
Conocida también como “la línea”, en Neom no habrá vehículos de motor ni emisiones de gases contaminantes. Funcionará con energía 100% renovable y el 95% de la tierra será mantenida en estado natural.
Si ese proyecto parece una fantasía, ese calificativo se aplica por igual a su costo, estimado en un millón de millones de dólares. Pero lo que es una fantasía para nosotros, puede ser factible para los sauditas, sobre todo si el precio del petróleo no desciende estrepitosamente. Lo que no luce factible es que pueda ser terminada para el 2030, según lo contemplado.
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