Cuando prevalecen condiciones inflacionarias, es difícil conciliar las políticas para reducir las alzas de los precios con los objetivos sociales de los gobernantes. Y esa conciliación es particularmente ardua cuando los jefes de estado fueron electos en base a promesas electorales de que llevarían a cabo grandes transformaciones económicas.
Las experiencias en Latinoamérica revelan que las agendas gubernamentales que involucran cambios importantes en el funcionamiento de la economía, pueden ser puestas en marcha más fácilmente en períodos de estabilidad. Esto así porque todas las reformas de gran envergadura generan inestabilidad, debido a que alteran de una u otra forma los modos de operación de las actividades productivas. En situaciones inestables que dan pie a reajustes económicos, como las que suelen causar los procesos inflacionarios, la inestabilidad derivada de las transformaciones se suma a la que ya existe como resultado de la inflación. En esas circunstancias, si el gobierno persiste en su propósito de introducir los cambios ofrecidos durante la campaña electoral, es probable que lo que consiga sea elevar aún más la inflación, depreciar la moneda nacional y ahuyentar las inversiones, tanto las locales como las provenientes del exterior.
Esa realidad ocurre hoy día en Latinoamérica. Gobiernos izquierdistas han estado llegando al poder, cambiando drásticamente el mapa político de la región, hasta hace poco dominado por la presencia de gobernantes conservadores. Esos nuevos gobiernos han llegado al poder de la mano de ambiciosas propuestas de reformas significativas, en su mayor parte dirigidas a mejorar las distribución del ingreso, abrir oportunidades de empleo, promover metas ecológicas y modificar las prácticas administrativas estatales. Lamentablemente para ellos, su gestión ha coincidido con una inflación en gran parte derivada de acontecimientos fuera de su control. Han visto comprometida, por lo tanto, la aplicación de sus agendas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario