El último resultado electoral en Ecuador contradice el aparente desplazamiento político hacia la izquierda de otros de sus vecinos sudamericanos. Podría ser el preludio de un cambio de dirección en las preferencias de los votantes en la región, pero es más probable que obedezca a la peculiar situación prevaleciente en ese país, en el que la sombra de un expresidente exiliado en Europa se proyecta sobre todas las actividades.
Los comicios, a mediados de octubre, fueron una elección anticipada debido a la disolución del parlamento por el presidente anterior, acosado por acusaciones en su contra. El candidato triunfador, Daniel Noboa, completará el período remanente hasta mayo del 2025, pudiendo entonces postularse para un ejercicio completo de cuatro años.
Noboa, con apenas 35 años de edad, es el presidente más joven en las historia del país, habiendo vencido en segunda vuelta a Luisa González, quien quedó en primer lugar en la primera vuelta y fue respaldada por Rafael Correa desde su exilio en Bruselas.
Entre el 2018 y el 2022, la tasa de homicidios se ha cuadruplicado, incluyendo entre las víctimas a uno de los candidatos poco antes de la primera vuelta. Bandas criminales dirigen el tráfico de drogas y llevan a cabo batallas sangrientas por el control de sus territorios y de las rutas por las que las drogas transitan. Las prisiones parecen ineficaces para detener los delitos, pues los traficantes encarcelados continúan manejando sus negocios desde allí, lo que motivó que Noboa se proponga trasladarlos a barcos anclados en el mar.
El principal renglón de la economía ecuatoriana es el petróleo, que representa casi una quinta parte del PIB, más de la mitad de las exportaciones y una cuarta parte de los ingresos del gobierno, habiéndose beneficiado de los aumentos en los precios en el mercado internacional. Pero a pesar de haber crecido más de un 3 % en el segundo trimestre de este año, en muchos aspectos la economía no se ha recuperado aún de los efectos de la pandemia.
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