
El derecho al voto y la igualdad laboral han sido dos grandes banderas, entre otras, hondeadas por las mujeres desde hace mucho más de un siglo, en su lucha por su participación en la sociedad.
Antes, en uno de los momentos políticos más culminante de la Ilustración, hace más de tres siglos, igual tomaron las calles de Versalles proclamando a todo pulmón: “libertad, igualdad y fraternidad”.
Y traicionadas por esa cuna de la República de los “derechos del hombre”, continúan por los siglos venideros impulsando su larga e inconclusa saga que sigue siendo para ellas una lucha permanente. Destaca el momento de la lucha sufragista, en la que reclamaban el derecho político de votar y ser elegidas en los cargos públicos, y que se consolidó en un año no tan lejano como es el 1948, cuando se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Siglos de lucha en los que se reclamaron, formalmente, los mismos derechos político de que eran poseedores los hombres.
Pero esa lucha, que ha sido tan larga, aun se libra cada día todavía, para que los derechos formales reconocidos se apliquen en la práctica en igualdad de condiciones a las que reciben los hombres. Y esa lucha a veces silentes en el seno de los hogares y en los puestos de trabajos, y a veces en las calles ardientes, con la indignación desatada, aun reclama igualdad.
En 1910, durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Sociales, ámbito en que se reiteró el derecho de sufragio universal para todas las mujeres, también se proclamó el 8 marzo como el Día Internacional de la Mujer.
Una fecha también asociada al mes de marzo fue el 25 de ese mes, pero del 1911, cuando en un incendio de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist, de Nueva York murieron 120 mujeres jóvenes, trabajadoras e inmigrantes. También murieron 17 hombres.
Y ese evento impulsó al antes creado Sindicato internacional de Mujeres Trabajadoras Textiles. El primer gran instrumento de lucha de las mujeres para reclamar mejores salarios, mejores condiciones laborales y reducción de la jornada laboral.
En la historia, los derechos políticos son la base de otros derechos como son los de segunda generación, lo que incluye a los económicos, sociales y culturales, como son la igualdad en el trabajo, el derecho a la vida de la madre, el de la plena libertad de expresión, y el derecho a ejercer su autogobierno.
Pero en el presente, siglos después de la proclama sobre la “libertad, igualdad y fraternidad”, aún les quedan batallas que librar, y una de ellas es por el derecho que le garantice “el pago de igual salario por el trabajo de igual valor”.
SOBRE LA IGUALDAD EN EL TRABAJO
Según las estadísticas que sobre el mercado de trabajo divulga el Banco Central, durante el cuarto trimestre del 2019, la población femenina ocupada sumaba más de 1.9 millones de trabajadoras, de las cuales 24.9% tenia un grado escolar de primaria, un 36.7% de secundaria, un 35.4% universitaria, mientras que un 3.1% no poseía grado educativo.
Aunque falta mucho por hacer para elevar el grado educativo de la población femenina, también se observa que tiene un mayor nivel de estudios que el de los hombres.
La población masculina ocupada para el mismo trimestre sumaba más de 2.7 millones de personas. Pero el 4.7% carece de nivel educativo, el 38.4% tiene el grado de primaria; el 39.9% con grado de secundaria, y solo el 17.3% con grado universitario.
En otras palabras, las trabajadoras dominicanas tienen un nivel educativo superior al de los hombres.
Sin embargo, aunque hay avances importantes, la capacidad educativa, cuando se filtra por el tamiz del género, en lo general el resultado no se corresponde con el nivel de ingreso en beneficios de las mujeres.
Esta tendencia la expone también la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples (ENHOGAR) del 2018, divulgada por la Oficina Nacional de Estadísticas. En el informe se señala que las mujeres (con un 37.8%) tienden a realizar más cursos vocacionales que los hombres (con un 25.0%), “a pesar de tener menos oportunidades en el mercado laboral”.
De acuerdo con una tesis para optar a la Licenciatura de Economía, realizada por dos jóvenes mujeres, Edili Pérez Vallejo y Elaine Domínguez, la brecha salarial entre hombres y mujeres, en el ámbito nacional, ha tenido una oscilación con una tendencia media creciente” durante los años que abarcan desde el 2000 al 2007. Concluyen que esa tendencia indica que para esos años.
Su tema de tesis se tituló como la “Brecha salarial entre hombres y mujeres de la República Dominicana, y su evolución en un periodo de estudio desde el 200 al 2017”.
Entre sus hallazgos destacan lo siguiente: “A nivel nacional la brecha salarial ha tenido una oscilación con una tendencia media creciente en los años que abarcan desde el año 2000 hasta el 2016, lo que indica que para esos años existía mas igualdad”.
Mediante el cálculo de la media móvil, que permite analizar datos mediante la creación de series de promedios, en este caso, temporales, determinaron que durante esos 18 años las mujeres ganaron menos entre un 15% y 10% que los hombres, por la misma jornada y por el mismo valor creado.
La única diferencia es que eran mujeres.
En un informe de la sección de las Américas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se informa que una cantidad importante de países de América Latina “otorgan rango constitucional a la igualdad salarial”.
Y cita a República Dominicana, que forma parte del grupo en que también están Argentina, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Bolivia, Sin embargo, solos tres consignan en sus textos constitucionales “el derecho a igual salario por trabajo de igual valor”. Y de nuevo incluye a República Dominicana, junto a Bolivia y al Ecuador.
Y así lo manda el acápite 9 del artículo 62 sobre el derecho al trabajo de la Constitución Dominicana: “Se garantiza el pago de igual salario por el trabajo de igual valor, sin discriminación de género o de otra índole y en idénticas condiciones de capacidad, eficiencia y antigüedad”.
En otras palabras, la Constitución Dominicana les otorga los mismos derechos políticos que a los hombres. Y con relación al mercado de trabajo, también les garantiza los mismos derechos que a los hombres.
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