Nada extraordinario sucedió en la primera vuelta electoral colombiana, la cual tuvo lugar mientras aquí festejábamos el Día de las Madres, el domingo 29 de mayo. Salvo un cambio en el orden en que se esperaba quedarían los dos principales candidatos conservadores, en la segunda o la tercera posición, se confirmó el pronóstico de que el candidato de la izquierda, Gustavo Petro, aventajaría ampliamente a sus rivales. Y fue confirmada también la expectativa de que ninguno de los aspirantes alcanzaría el porcentaje de votos requerido para triunfar en esa primera vuelta.
Menos claras están las perspectivas para la segunda vuelta, a ser celebrada el próximo domingo 19 de este mes. Haber logrado quedar en el primer lugar en la primera ronda de los comicios, no garantiza a Petro que ganará en la segunda, realidad que él conoce mejor que nadie. De hecho, sumados, los dos candidatos conservadores que le siguieron en la cantidad de votos obtenidos le superaron por cerca de doce puntos porcentuales, y el que quedó en el tercer lugar, dio su apoyo de inmediato al que ocupó la segunda posición, descrito este último en algunos círculos de opinión como el Trump colombiano.
De 77 años y actuaciones que hacen recordar al expresidente estadounidense, Rodolfo Hernández comparte con Trump ser un acaudalado empresario de la construcción, poseer un evidente y atractivo toque populista, y promover la aplicación de medidas conservadoras. En ese sentido, es parte también de un peculiar fenómeno político, detectable en países ubicados en distintas regiones del mundo, en virtud del cual aspirantes conservadores asumen una fisonomía innovadora y un estilo revolucionario, confiriendo a sus causas una visible vocación de cambio. Dejan atrás, de ese modo, la imagen tradicional de los conservadores como proponentes de más de lo mismo, reemplazando dicha imagen con otra que encierra promesas de estrategias y planes novedosos para enfrentar los problemas nacionales.
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