“Todo mundo está preocupado, ¡el cubano vive del susto!”, dice Yusbel Pozo, un comerciante de 36 años que como el resto de sus conciudadanos está a la expectativa del fuerte ajuste económico que inicia este 1 de enero, cuando se cumplen 62 años del triunfo de la revolución.
Los cubanos se levantan tras la cena de Noche Vieja con un fuerte aumento salarial, pero con resaca por sustanciales alzas de precios, que incluyen a la canasta básica y electricidad, así como reducción de subsidios.
Desde que el presidente Miguel Díaz-Canel anunció la reforma económica hace unas semanas, funcionarios del gobierno se han empeñado en explicar a través de la televisión cada una de las medidas para preparar a los ciudadanos para el llamado “día cero”.
Aún así para Yusbel Pozo “el futuro es incierto”. “No sabemos lo que va a pasar. La corriente sube cinco veces, suben los alimentos”, dice desconcertado.
Las autoridades anticiparon un alza generalizada de precios de un 160% y esperan que los negocios privados los aumenten 300% o más para poder sobrevivir.
Uno de los mayores descontentos entre la población que se dejó ver en las redes sociales fue por el alza de la electricidad anunciada inicialmente en la Gaceta oficial. La tarifa subiría de nueve a 40 pesos mensuales para los que menos luz utilizan, pero que se disparaba mucho más para los sectores de mayor consumo.
Esta semana el gobierno reconsideró estas tarifas y anunció que este aumento sólo será de casi 33 pesos.
De acuerdo con el gobierno el salario mínimo de 2,100 pesos (US$87) cubre 1,3 canastas básicas, pero el economista de la Universidad de La Habana, Ricardo Torres, señala que este cálculo se realizó en junio de 2019, antes de que llegara la pandemia del coronavirus y la fuerte escasez de productos durante 2020.
“Se trabajó durante mucho tiempo, se tenían muchos grupos de trabajo para analizar los diferentes temas de este gran cambio”, sin embargo hay aspectos que escapan al control del gobierno como la posibilidad una inflación descontrolada, agrega Torres.
Este viernes 1 de enero Cuba también entra en el complicado camino de la unificación de sus dos monedas —el peso cubano CUP— y el convertible CUC, que desaparecerá de la circulación dentro de seis meses, así como de la eliminación de una serie de distorsiones económicas provocadas fundamentalmente por la diversidad de tasas de cambio existentes.
A partir de esta fecha desaparecerá el peso cubano convertible CUC —moneda artificial paritaria con el dólar puesta en circulación en 1994— y el peso cubano CUP, la moneda única con denominación legal para todas las operaciones, se devalúa frente al dólar con una tasa de cambio fija de 1 USD por 24 CUP.
Hasta ahora la tasa de cambio oficial era de un CUC por 25 CUP para la población y el sector privado, pero imponía una fuerte devaluación de 1 CUC=1 CUP para las empresas estatales.
Aunque esta medida es reconocida como necesaria, economistas, población y sus promotores, no soslayan que el mayor peligro que puede traer el final de la dualidad monetaria y cambiaria es la inflación, por la subida de los precios de bienes y servicios, pese al incremento de ingresos que supone la anunciada aplicación de una reforma salarial y de las prestaciones de la asistencia social.
La “tarea ordenamiento monetario” —término oficial que identifica a esta medida— ha supuesto entre otras medidas la actualización de las plantillas laborales, el cambio de denominaciones de billetes de CUP, y la subida de precios de los productos básicos que se ofertan por la cartilla de racionamiento, vigente desde 1962, y de servicios como las tarifas del servicio eléctrico, telefónico y transporte.
Con las nuevas medidas habrá mucho más dinero en circulación y “el peligro que tenemos es que con todas las presiones inflacionarias que tenemos en la economía, lanzar más dinero sin un incremento de bienes y servicios puede desencadenar de inflación por encima de lo que está” previsto, indicó Torres.
Además, Cuba cuenta con una red de tiendas en las que sólo se puede comprar con cuentas en MLC (monedas libremente convertibles), que se cargan con dólares generalmente depositados fuera del país.
En estos establecimientos se vende una buena cantidad de productos de consumo cotidiano para los hogares que no están contemplados en la libreta de racionamiento, con la que los cubanos se abastecen de alimentos básicos como arroz, azúcar, huevo, pollo, aceite y otros.
Sin embargo, los dólares para esas cuentas no se pueden adquirir ni en bancos o casas de cambio dentro de Cuba.
“¿Cómo los hogares van a acceder a divisas? Los lanzas al mercado negro, pero incluso dices que no quieres mercado negro, eso es una contradicción, ahí tienes una vulnerabilidad”, de esta reforma económica, explica el académico.
El gobierno ha pensado detenidamente todos los movimientos del tablero, pero “en este ajedrez no se contempla todo lo que los hogares obtienen a través del mercado informal y ahí no hay control de precios”.
El doloroso ajuste económico ocurre tras un desplome de PIB de 11% en 2020, la peor caída en 27 años, provocado por el duro golpe que recibió durante la pandemia la industria turística, motor de la economía de la isla y el recrudecimiento del bloqueo estadounidense bajo la administración de Donald Trump.
“Mis hijos no pueden comer caramelos ni galleticas en este día de Reyes Magos. Todo es en puro dólar”, dice con pena Ariadna Rodríguez, de 28 años y trabajadora de un comedor público, que no tiene la suerte de estar entre el 50 % de cubanos que recibe divisas de familiares o amigos del exterior.
“Ojalá qué se den cuenta que nos están machucando mucho”, dice mientras camina por la calle Amargura, en la turística zona de La Habana Vieja.
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